lunes, 20 de octubre de 2008

HOMENAJE A RAUL ALFONSIN


30 de Octubre - 19 hs - Luna Park El próximo 30 de octubre, a las 18 en el Estadio Luna Park, se llevará a cabo el acto homenaje que los radicales hijos de la democracia le debemos al ex presidente Raúl Ricardo Alfonsín. Ese día se cumplirán 25 años de las elecciones presidenciales que significaron la salida de la trágica dictadura militar y la contundente victoria de la UCR en las urnas.

Se trata del merecido reconocimiento que los jóvenes del Partido le realizaremos a uno de los más importantes dirigentes de la Unión Cívica Radical y de la historia argentina, quien fuera el principal mentor del proceso de recuperación democrática, elegido aquel 30 de octubre de 1983 por abrumadora mayoría como Presidente Constitucional de la Nación Argentina.

Asistirán a este acto más de 5 mil jóvenes dirigentes de la UCR de todo el país, quienes representan a una nueva generación de radicales, que se están preparando para asumir la renovación del partido y los desafíos que la Argentina deberá enfrentar en los próximos 25 años.

Este evento es la ocasión para que junto a Alfonsín, a través de su experiencia transmitida a los jóvenes radicales, signifique también un punto de partida para que con el esfuerzo conjunto de todos podamos trabajar por el futuro del país, ocupándonos de los problemas de la gente y los disputas que vendrán.

La solidaridad, la libertad, la integración, la modernización y el crecimiento son ejes claves de nuestros principios, nuestro ex Presidente trabajó mucho por ello y nos encomienda una gran tarea por delante, a quienes están hoy en funciones y a aún con mayor responsabilidad a los radicales más jóvenes, quienes seremos en los próximos años quienes tendremos que trabajar por la Argentina del siglo XXI.

miércoles, 15 de octubre de 2008

¨SIGAN A IDEAS, NO SIGAN A HOMBRES¨


Raúl Alfonsín en Casa Rosada
De todos los honores y privilegios que la vida me ha dado, y en verdad han sido muchos, por cierto jamás hubiera imaginado acceder a éste que se me concede, el de presenciar la inauguración de un monumento de mi persona. No lo hubiera imaginado, no lo hubiera permitido. Del mismo modo, tal cual rechacé invitaciones anteriores, en la actual circunstancia, desde luego que no interpreto que se realiza un homenaje a mi persona, sino a la democracia que logramos los argentinos.

Siempre creí y así lo dije en tantas oportunidades que es la misión de los dirigentes y de los líderes plantear ideas y proyectos evitando la autoreferencialidad y el personalismo; orientar y abrir caminos, generar consensos, convocar al emprendimiento colectivo, sumar inteligencias y voluntades, asumir con responsabilidad la carga de las decisiones. “Sigan a ideas, no sigan a hombres”, fue y es siempre mi mensaje a los jóvenes. Los hombres pasan, las ideas quedan y se transforman en antorchas que mantienen viva a la política democrática.

En esta galería de presidentes, conviven aquellos que expresaron e interpretaron esa voluntad del pueblo de forjar un destino propio, con aquellos que fueron impuestos o se impusieron por la fuerza, como consecuencia de la frustración de aquellos anhelos. Si los contamos, todavía encontraremos seguramente más presidentes de facto que presidentes elegidos por el pueblo. Esto es lo que notablemente ha cambiado a partir de 1983; no hubo ni habrá aquí más presidentes de facto.

Son las certidumbres que debemos evocar y a las que debemos rendir homenaje en estos 25 años que estamos cumpliendo de joven pero incompleta democracia. La democracia que tenemos es nuestra casa común; el hábitat y las normas que nos deben permitir desarrollar nuestras vidas más plenamente como individuos y familias, como sociedad y como pueblo que aspira a ser una nación. Veinticinco años después, nos toca mejorarla, fortalecer sus capacidades transformadoras y dar contenido real a la igualdad de oportunidades asegurando y expandiendo nuestras libertades.

Democracia es vigencia de la libertad y los derechos pero también existencia de igualdad de oportunidades y distribución equitativa de la riqueza, los beneficios y las cargas sociales: tenemos libertad pero nos falta la igualdad. Tenemos una democracia real, tangible, pero coja e incompleta y, por lo tanto, insatisfactoria: es una democracia que no ha cumplido aún con algunos de sus principios fundamentales, que no ha construído aún un piso sólido que albergue e incluya a los desamparados y excluídos. Y no ha podido, tampoco aún, a través del tiempo y de distintos gobiernos construir puentes firmes que atraviesen la dramática fractura social provocada por la aplicación e imposición de modelos socioeconómicos insolidarios y políticas regresivas.

El 10 de diciembre de 1983, en mi primer mensaje ante el Congreso de la Nación como Presidente convoqué a todos los argentinos a una tarea común para constituir la unión nacional.

Para lograrlo era imprescindible luchar por un Estado independiente, que no podía subordinarse a poderes extranjeros, ni a grupos financieros internacio¬nales, ni a los privilegios locales. La propiedad privada cumplía un papel importante en el desarrollo de los pueblos, pero el Estado no podía ser propiedad privada de los sectores económicamente poderosos.

Era necesario buscar un consenso fundamental: la democracia aspira a la coexistencia de las diversas clases y sectores sociales, de las diversas ideologías y de diferentes concepciones de vida. Es pluralista, lo que presupone la aceptación de un sistema que deja cierto espacio a cada uno de los factores y hace posible así la renovación de los gobiernos, la renovación de los partidos y la transformación progresiva de la sociedad.
“La democracia es previsible, y esa previsibilidad indica la existencia de un orden mucho más profundo que aquel asentado sobre el miedo o el silencio de los ciudadanos.

“La previsibilidad de la democracia implica elaboración y diálogo que no excluirá, sin duda, tempestuosos debates y agrios enfrentamientos de coyuntura que nutrirán al estilo republicano triunfante ya en el país”.
“La democracia no se establece sólo a través del sufragio ni vive solamente en los partidos políticos. Nuestro gobierno no se cansará de ofrecer gestos de reconciliación, indispensables desde el punto de vista ético e ineludibles cuando se trata de mirar hacia delante”.

Sin la conciencia de la unión nacional, sostuvimos, será imposible la consolidación de la democracia; sin solidaridad, la democracia perderá sus verdaderos contenidos. Esta llama debe prender en el corazón de cada ciudada¬no, que debe sentirse llamado antes a los actos de amor que al ejercicio de los resentimientos.
Sabíamos que la tarea exigiría tiempo, esfuerzos, sacrificios, claridad de ideas y una gran energía encauzada por un preciso sentido de la prudencia y el equilibrio, pero teníamos una ventaja: la experiencia nos había enseñado que, cada vez que perdimos la democracia, la inmensa mayoría de los argentinos terminó perjudicándose.

También habíamos aprendido que los que estimulan la impaciencia para proponer la intolerancia y la violencia como remedios terminan favoreciendo los intereses del privilegio. Aprendimos que cuando el pueblo no decide sobre el gobierno, la nación y el pueblo quedan desguarnecidos frente a los intereses de adentro y de afuera.

Habíamos aprendido que existían fuerzas poderosas que no querían la democracia en la Argentina. Sabíamos que la reivindicación del gobierno del pueblo, de los derechos del pueblo para elegir y controlar el gobierno de acuerdo con los principios de la Constitución, planteaba una lucha por el poder en la que no podíamos ni debíamos bajar los brazos, una lucha que teníamos que librar y en la que teníamos que triunfar.

En este planteo puede destacarse también el lugar central que tiene la cuestión de la transformación de nuestra cultura política; aquello que suele llamarse la “dimensión subjetiva” de la democracia. Y sabemos que el esfuerzo por crear bases estables y predisposiciones arraigadas para la convivencia democrática pasa necesariamente por superar las deformaciones asentadas en la mentalidad colectiva de nuestro país como herencia de un pasado signado por la frustración y el autoritarismo.

En efecto: la intolerancia, la violencia, el maniqueísmo, la compartimentación de la sociedad, la concepción del orden como imposición y del conflicto como perturbación antinatural del orden, la indisponibilidad para el diálogo, la negociación, el acuerdo o el compromiso, han sido maneras de ser y de pensar que echaron raíces a lo largo de generaciones en nuestra historia. Y que por cierto, constituyen todavía hoy una de las principales rémoras y déficit con las que carga nuestra democracia.

Está convicción viene acompañada de una invitación y un deseo esperanzado. Propongo que todos lo intentemos, con la cabeza y el corazón en el presente y la mirada hacia el futuro. Porque los argentinos hemos vivido demasiado tiempo discutiendo para atrás. En política esto tuvo una expresión trágica durante décadas: la única forma que tenía la oposición para llegar al gobierno, era que le fuera mal al de turno, sin advertir que al dificultar la gestión a quien se derrotaba era a la Nación.

Hoy todavía hay rastros de ese canibalismo político que ha teñido la práctica política. La política implica diferencias, existencia de adversarios políticos, esto es totalmente cierto. Pero la política no es solamente conflicto, también es construcción. Y la democracia necesita más especialistas en el arte de la asociación política. Los partidos políticos son excelentes mediadores entre la sociedad, los intereses sectoriales y el Estado y desde esa perspectiva hemos señalado que lo que más nos preocupa es el debilitamiento de los partidos políticos y la dificultad para construir un sistema de partidos moderno que permita sostener consensos básicos. No será posible resistir la cantidad de presiones que estamos sufriendo y sufriremos, si no hay una generalizada voluntad nacional al servicio de lo que debieran ser las más importantes políticas de Estado expresada en la existencia de partidos políticos claros y distintos, renovados y fuertes, representativos de las corrientes de opinión que se expresan en nuestra sociedad.

Y a propósito de bustos, estatuas e íconos, y del sentido que le damos a estas evocaciones del pasado, siempre recuerdo la historia de “ La Estatua de Sal”, aquel pasaje de la Biblia en la que un ángel le advierte a Lot: “¡Sálvate! ¡No mires hacia atrás ni te detengas! ¡En ello te va la vida!.” Su mujer quiere ver el exterminio de Sodoma. Mira hacia atrás y queda convertida en una estatua de sal.

Sin embargo, hay también otro riesgo. Están aquellos que no miran hacia atrás pero tampoco lo hacen hacia ningún lado. Los que ni siquiera tienen pensamiento propio. Erich Fromm, en su libro “¿Podrá sobrevivir el hombre?”, lo define como el pensar inauténtico, de autómata, de aquel que cree que algo es verdad no porque haya llegado a esa convicción por el propio pensar, basado en observaciones o experiencias, sino porque se lo han sido “sugerido”, porque le ha sido propuesto “...por fuentes que llevan consigo el peso de las autoridad, en una u otra forma.”, modas y olas pasajeras, distintas formas de “pensamiento único”.

Otro gran pensador que hemos seguido, Norberto Bobbio, escribió en su libro De Senectute: “somos también lo que elegimos recordar”. Toda mi actividad política buscó fortalecer la autonomía de las instituciones democráticas y fortalecer le gobierno de la ley, para que la ley y el Estado de Derecho estuvieran separados de cualquier personalismo. Nuestro país tuvo un talón de Aquiles: no podíamos garantizar la alternancia democrática del gobierno. El objetivo de toda mi vida ha sido que los hombres y mujeres que habitamos este suelo podamos vivir, amar, trabajar y morir en democracia. Para ello era y es necesario que además de instituciones democráticas haya sujetos democráticos, porque sólo así pueden sobrevivir a sus gobernantes.

Y lo bueno de las instituciones democráticas es que no necesitan efigies que las presidan, ni estatuas que les den su investidura. Pero si en algún rincón de sus edificios públicos es posible evocar a aquellos hombres y mujeres que las han presidido o que contribuyeron a defenderlas y ponerlas en movimiento al servicio de la sociedad, bienvenido sea.

martes, 7 de octubre de 2008

EL ABC DEL CIUDADANO




lunes, 6 de octubre de 2008

EL DESAFIO DEL RADICALISMO








por Gustavo
Zuccarri

Ante la necesidad de contar con formas institucionales que faciliten una mayor cohesión partidaria, permitiendo la efectiva participación de la pluralidad de sectores internos partidarios en el marco de los ámbitos orgánicos, es que coincido en la realización de modificaciones de la Carta Orgánica de la U.C.R.; así como también creo que solo la discusión y el intercambio de ideas son los ejes fundamentales que nuestro partido necesita para recuperar la mística radical.

Pero también entiendo que el partido debe encarar una reforma mucho más amplia, es decir que no se limite solamente a la Carta Orgánica y que asegure una integración de todos los comités y en general que tienda a potenciar la unión interna y la acción partidaria unificada en el marco de la pluralidad partidaria, el reconocimiento de las diferencias internas y la práctica del diálogo para articular los consensos y hacer que los disensos sean enriquecedores de la vida partidaria.

Entiendo que debemos poner especial énfasis en los siguientes puntos:

  • Formación y discusión política.
  • Diálogo con los distintos grupos de la sociedad civil.
  • Discusión hacia adentro del partido de la línea política de la U.C.R.
  • Mayor participación de los afiliados.
  • Convocar nuevos militantes.
  • Aumentar la presencia partidaria en los medios de comunicación, a través de la generación de proyectos que atiendan las necesidades de nuestro país.

No cometamos el error de creer que abocándonos solo a la reforma de la Carta Orgánica, atendemos las necesidades planteadas por la gran mayoría de los radicales.

Aprovechemos la confianza que hemos recuperado los radicales luego de un trabajo serio de las actuales autoridades, no solamente en el conflicto Agropecuario sino también en todos los grandes temas nacionales, donde se fijaron posiciones políticas firmes ante un gobierno autoritario.

Es necesario también generar espacios de participación para una nueva generación de dirigentes con el apoyo técnico y científico que pongan a la U.C.R. como un partido capaz de renovarse, ofreciendo caras nuevas a la sociedad.

COMO DIJO ALEM EN SU TESTAMENTO: ADELANTE LOS QUE QUEDAN


Diputado provincial

Cuarta Sección Electoral

Provincia de Buenos Aires

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